El blanqueamiento dental es un tratamiento estético por el que los pacientes pregunta cada día más. Una tendencia actual que ha llevado a la proliferación de múltiples ofertas de productos y tratamientos por internet que no cuentan con las garantías sanitarias y pueden acabar siendo perjudiciales para la salud de nuestros dientes.
De hecho, los productos blanqueantes dentales tienen una regulación y deben cumplir unas características para estar avalados. En el Real Decreto 1599/1997 desde el año 2012 se establece que los blanqueadores dentales que contengan 0,1% y 6% de peróxido de hidrógeno (sustancia blanqueadora) no pueden ser directamente accesibles a los consumidores, sino que deben ser administrados a pacientes mayores de 18 años por parte de un odontólogo/a o estomatólogo/a.
Tipos de tratamientos
Existen dos tipos de tratamientos de blanqueamiento, por un lado, el que se realiza en la clínica, por parte del dentista, se hace mediante luz led y es vital proteger las encías durante el tratamiento para evitar que el producto alcance los tejidos.
Por otro lado, el más habitual es el blanqueamiento de carácter ambulatorio, que se entrega a los pacientes en la clínica y deben emplear en sus casas siguiendo unas pautas concretas: uso de unas férulas durante 3/4 horas diarias, en un periodo máximo de 15 días, evitar algunos alimentos que puedan producir tinciones, etc
En cualquiera de los casos, antes de iniciar un tratamiento de blanqueamiento dental, debe hacerse una revisión por un odontólogo/a para descartar cualquier patología en la boca. Además de valorar que no existan factores de riesgo en el caso concreto de cada paciente.
Los tratamientos blanqueantes están formados en su mayoría por peróxido de hidrógeno o peróxido de carbamida, el % de estas moléculas tienen unos límites tanto para los productos de uso clínico. En la clínica empleamos mayoritariamente blanqueamiento ambulatorio, cuya composición es peróxido de carbamida al 16%, y que no debe exceder el 32% en ningún caso.
Para reducir los efectos adversos, como un aumento de la sensibilidad dental, hay que usar las concentraciones adecuadas y respetar los tiempos pautados por el dentista.
Por otro lado, los dentífricos que se venden como blanqueantes, de los cuales ya hemos hablado en nuestro post sobre cómo escoger una buena pasta de dientes, éstos no pueden superar una concentración del 0,1% de peróxido de hidrógeno o de 0,3% en peróxido de carbamida, para ser legales y seguros.
Los dentífricos con acción blanqueadora se denominan así porque contienen una mínima cantidad de peróxidos, principios activos que blanquean ligeramente el diente. Estos deben tener el índice de abrasividad controlado, para que no sea perjudicial para nuestro esmalte. Además, deben compensar esta cantidad de “peróxidos” que sirven de blanqueantes contengan elevada proporción de flúor para remineralizar el esmalte de nuestros dientes.
Tratamientos blanqueantes que dañan nuestros dientes
Son especialmente peligrosos aquellos productos que se anuncian como grandes blanqueantes que provocan una abrasión en nuestro esmalte, en muchos casos irreversible. Por ejemplo, el carbón activado, que deja nuestra dentina a la vista y aumenta la sensibilidad dental porque los dientes se quedan desprotegidos.
Recientemente también han sido promocionadas tiras blanqueantes que engañan a los consumidores prometiendo una eficacia en el blanqueamiento y cuyo uso supone un peligro, además de ser publicidad engañosa.
El Consejo General de Dentistas de España ha puesto el foco en estos productos sanitarios y en los peligros de su adquisición por internet sin una recomendación y control médico.
Si tienes dudas, estás pensando en realizarte un blanqueamiento dental, acude siempre a un especialista primero, que valore el estado de salud general de tu boca y te indique el tratamiento que mejor se ajuste a tu caso.